Experiencias e impresiones
de los (as) alumnos (as)
Juan Pablo Estrada Múnera (2024)
Para ser sincero, antes de ir a Alemania no había muchas razones en particular que me hicieran preferir ese país sobre otro. Es evidente que como estudiante de filosofía suponía toda una experiencia cultural visitar las ciudades y los pueblos que en otro momento habitaron los y las grandes autoras de la tradición filosófica. Pero Europa está plagada de sitios y personajes igual de emblemáticos. Entonces, ¿por qué Alemania? Ahora que este viaje ha terminado entiendo y comparto la fascinación de muchos por ese país, su naturaleza, sus personas y su lengua. Salí de Alemania con mil razones para volver; no solo físicamente, sino también a través de la literatura, el cine y la filosofía.
Tuve la fortuna de compartir este viaje con personas maravillosas que hicieron que cada minuto fuera de regocijo, asombro y reflexión. Giessen nos acogió y nosotros, tres colombianos que por primera vez pisaban Europa, supimos acoplarnos a las dinámicas de la sociedad alemana con facilidad. Giessen es una ciudad mediana, más bonita de lo que esperaba, y muy bien conectada con el resto del país. La tranquilidad es, tal vez, su característica más remarcable, lo cual, viniendo de una ciudad tan frenética como Medellín, no es un dato menor. Tal vez lo más revelador para mí ocurrió en la vida cotidiana, en el encuentro con los usos y las costumbres alemanas, con ese silencio que se cuece en los trenes, en la contemplación parsimoniosa del paisaje. Alemania es un país en el que los estudiantes tienen beneficios asombrosos, y nosotros supimos aprovecharlos para recorrer el país de punta a punta.
Como yo, muchos otros estudiantes provenientes de todos los rincones del mundo llegaron a Giessen para realizar su semestre de intercambio. En un salón de clases podían coincidir el italiano, el coreano, el turco, el mandarín, el checo, el hindi y el amhárico. Todos veníamos de entornos tan distintos y, sin embargo, compartíamos una realidad presente. Nunca antes la diversidad del mundo se reveló de manera tan tangible. Fue maravilloso hablar de Colombia y recibir a cambio pequeñas lecciones de historia o fragmentos de alfabeto.
La dinámica universitaria, aunque distinta, sigue manteniendo características similares a los cursos en Colombia. La novedad estaba más en los temas que estudiamos más que en la metodología misma. Tuve la oportunidad de apuntarme a cursos sobre feminismo, decolonialidad, ecología, construcción de paz y migración, además de un par de cursos de literatura. Fue curioso encontrarme con temas tan importantes para Colombia precisamente estando fuera del país. Estar en Alemania fue también, en el fondo, una oportunidad para reflexionar sobre mí mismo, sobre mi posicionamiento en el mundo y mi relación con la alteridad.
Agradezco los encuentros inesperados que este viaje trajo consigo, en especial ese amor a la vez tormentoso y deslumbrante que es la lengua alemana. Sin duda, esta historia no acaba aquí, porque lo aprendido, los amigos y las nuevas pasiones perdurarán por mucho más.
Abril Sampedro Villegas (2024)
Giessen representó para mí apertura. Partiendo de allí, tuve la gigantesca oportunidad de conocer lugares como Heidelberg, Weimar, Jena y Frankfurt – cunas del idealismo y del romanticismo alemán-, así como Eisenach – donde se encuentra el portal de Eckhart- y Marburg. Si bien en Colombia nunca me interesó mucho la idea de salir de mi círculo más inmediato, en Alemania me dediqué a recorrer campos, ciudades, pueblos y caminos que muchos de los filósofos y escritores que me acompañan en la actualidad también recorrieron y vivenciaron. Viajar, entonces, es aquello a lo que con más cariño y nostalgia me aferro en el momento, y, creo, una de las razones principales por las que hacer el intercambio es importante. A su vez, con las clases del curso de verano y del semestre académico mi alemán mejoró considerablemente. Lo dicho es cierto: no hay mejor lugar para aprender alemán que Alemania. Finalmente, salir de Colombia y participar de un espacio extraño, misterioso y antiguo, requiere de paciencia y de valentía. Pero el asombro y la emoción que vienen con la experiencia de lo desconocido mitigan cualquier sentimiento negativo.
JAIRO NICOLAS PIEDRAHITA AGUDELO (2020)
Gießen es una ciudad que representa muy bien la realidad intercultural de Alemania. En cualquier calle o supermercado uno puede cruzarse con personas diversas, unas nacidas en Alemania -cuyas raíces pueden ser alemanas o pueden no serlo-, otras que vienen del extranjero, con estudiantes de intercambio de cualquier continente, con refugiados e incluso con turistas. Esto significa una oportunidad para aprender no sólo de las culturas y lenguas europeas, sino también asiáticas, africanas, americanas y también oceánicas. Gießen es considerada como una ciudad universitaria porque casi toda su población tiene que ver, bien sea como estudiante o de otro modo, con universidades como la THM o la JLU, ésta última la empresa más grande de la ciudad. Aunque pudiera resultar pequeña para alguien que viene de Medellín, cuenta con un buen sistema de transporte y, además, es fácilmente recorrible en bicicleta. El tiquete semestral incluido en la matrícula es válido para moverse ilimitadamente dentro de Gießen y para usar trenes que viajan por todo el Estado de Hesse. Lo que hace fácil visitar ciudades como Marburgo o Fráncfort del Meno, Wetzlar o Kassel, Wiesbaden o aun, en la orilla contraria a ésta, Maguncia.
El curso intensivo de alemán al que asistí antes de que iniciara el
semestre de invierno fue inolvidable. Conocí personas encantadoras y algunos de ellos son ahora mis amigos. Varios profesores, al menos seis, se encargaron durante un mes de conducir nuestro aprendizaje de la lengua alemana. También disfruté y aprendí de los seminarios y lecciones en los que participé a lo largo del último año en la JLU. Y aunque alguna vez me encontrara con un tema conocido o que ya había estudiado en el Instituto de Filosofía, los discursos y la manera de abordar los problemas fueron siempre novedosos para mí. Al cambiar el modo de aproximación, el objeto de estudio resulta algo distinto. Haber estudiado en una facultad de ciencias políticas y sociales fue una ocasión para ocuparme de perspectivas interesantes y para intercambiar ideas con profesores y compañeros inspiradores.
Haber hecho un intercambio en esta ciudad en este último año fue una ocasión para vivir experiencias desconocidas que me enseñaron un montón acerca de las culturas ajenas y también sobre mi propia cultura.
Juan Esteban Jiménez Giraldo (2019)
Vivir en Giessen es una experiencia retadora. ¿Para qué salir de Colombia?, es una pregunta a la que me enfrenté antes de decidir si presentarse o no a la convocatoria. La respuesta fue la siguiente: hay que salir de la comodidad de nuestras casas y conocer el mundo. No se trata de acumular experiencias sin ningún sentido, sino más bien de ponerse constantemente a prueba y averiguar si uno es capaz de enfrentar situaciones de incomodidad por su propia cuenta. ¿Hacer cuentas? ¿Comprar tiquetes y organizar todo un viaje? ¿Abrir una cuenta en un banco en alemán? ¿Contratar un seguro médico? ¿Arrendar una habitación? ¿Asistir a clases en inglés y en alemán? ¿Para qué hacer todo eso si en Colombia todo lo tengo resuelto? Esas preguntas fueron un motivo constante de preocupación y de angustia: ¿voy a lograrlo? ¿Lo voy a hacer bien? Al final todo resultó bien.
Vivir seis meses fuera de mi país me enseñó a enfrentar al mundo con amor, con paciencia, con perseverancia y con tenacidad, y Giessen fue el escenario que posibilitó ese proceso de aprendizaje. Los cursos que me ofreció en la JLU, en inglés, francés y alemán se mostraron como un pequeño reto pues debí comprender las diferencias de los modelos educativos y adaptarme a nuevas formas de trabajo y evaluación. Planear viajes para visitar amigos que tengo en Europa también fue un pequeño reto: reservar hostales, planear rutas, comprar tiquetes, calcular gastos; son todas actividades a las que en Colombia nunca me había enfrentado. Vivir en Giessen, mercar, hallar el tiempo para mis deberes también fueron otras tareas que me demandaron establecer una rutina sana que me permitiera cumplir satisfactoriamente con todo. Todo esto me gusta pensarlo de la siguiente manera: Giessen me enseñó a vivir, es decir, a manejar responsablemente mi vida.
También hallé tiempo para amigos y amigas. Los estudiantes de la región de Hesse podíamos, con nuestros carnés, viajar por toda la región de manera gratuita. Así que, con frecuencia, planeamos pequeños viajes dentro de la región: Limburg, Frankfurt, Rüdesheim, Fulda, Weilburg, Kassel, Wiesbaden, Marburg, Wetzlar, fueron algunas ciudades que visité con compañeros; también hice otros viajes un poco más largos a otras regiones; visité la ciudad de Heidelberg, Stuttgart, Freiburg, Köln. También, visité Strasburg, Francia; Madrid y Valencia, España. En todos estos lugares aprendí algo nuevo. Además, el Stadtbüro regaló a los estudiantes recién llegados a Giessen tiquetes para ir al cine, por eso siempre tuve cosas para disfrutar al máximo de la ciudad y la región.
Andrea Gallego Restrepo (2019)
La experiencia de mi intercambio en Giessen la describiría como una puerta a nuevas experiencias y como una posibilidad para conocerme mejor a mí misma y a los otros. A través de las vivencias de otros aprendí a vivirme a mí misma en un entorno totalmente diferente.
Gracias al intercambio tuve la oportunidad de conocer un ámbito académico que encontré muy enriquecedor y un ambiente social en que logré establecer relaciones bastante significativas. La ciudad y la universidad me ofrecieron una experiencia que lejos de los perjuicios o problemas me ayudó a entender mejor la diversidad del mundo y de pensamientos. La oferta de los cursos de alemán me permitió avanzar de forma rápida en mi conocimiento del idioma y la práctica diaria del mismo hizo que este se volviera mucho más amigable inclusive ya en los últimos niveles. Además viajé a otras ciudades de Alemania y otros países de Europa lo cual me ayudó a abrir todavía más mi perspectiva sobre aquello que me era desconocido. El intercambio me dejó un cambio bastante importante en mi forma de ver el mundo y a mí misma, además me permitió construir caminos que no pensé fueran posibles tanto intelectual como emocionalmente.
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